Esta madrugada M. se va Shanghai. Demasiadas pruebas de la vida en los últimos dos meses. Demasiadas decisiones. Todo bueno, positivo. Me alegro. Se me puso un nudo en la garganta mientras nos despedíamos a pesar de llevar dos años sin vernos.
- ¿Cuántas veces nos hemos despedido usted y yo? - me preguntó de manera retórica.
-Yo me he ido muchas veces. ¿Tú te acuerdas cómo nos despedimos cuando me vine a España la primera vez? yo no.
- Me acuerdo de cuando te despediste de mí en el colegio porque te habían echado, ¿no se acuerda? estabas sentada en el bordillo de la acera, llorando, con las manos tapándote la cara. ¿No se acuerda? a mí no se me olvida ese día, esa imagen. Usted y yo estamos hechas de acero.
- No se pierda, que a mí google me funciona sólo para buscar a la gente en España, y a pesar de todo me tiré diez años en reencontrarte.
Y nos reimos. Así es la vida
Hay recuerdos que uno mismo se encarga de mandar al fondo de su memoria, y éste es el segundo de este verano. El primero fue el de la casa vacía de mi abuela el día de su mudanza, y la noche en ella la víspera de irnos a Bogotá. Luego éste. Es mejor no rescatarlos, no quieren ser salvados de nada, creo.
Y luego la gente. Los que se van. Los que quieres irse. Los que se acercan a pesar de todo. Los que volvemos. Los que queremos que vuelvan. Los que deberían querer volver. Pff.