Canta Fever Ray algo así como que cuando sea grande le gustaría lanzar un boomerang y quedarse como una pendeja esperando a que vuelva a ella. Eso me pasa a mí.
El verano pasado recibí un par de cartas, escritas con boli, con sello y coordenadas que no IPs, con pegatina incluso, sacada de Google Earth, por si el cartero se despistaba o el despistado era el remitente que no había pillado bien la dirección. Eran cartas con olor a papel y a casa lejana. Una de ellas traía una hoja de cuaderno amarillenta y tres imanes de nevera que decían:
1. poesía
2. de
3. frigorífico
Ahí sigue la poesía que no inspiré. Con el autor conversábamos durante horas y nos imaginábamos un hilo que nos unía por el dedo gordo del pie y planos de niditos de amor para disfrutar en invierno, en Gredos, y micromundos, y golondrinas o vencejos que salían en fotos rollito LOMO. Hablábamos de Midori, el verde y Murakami, pero se enamoró de otra, como suele ocurrir, y desapareció (llámame Pi, la Reina de la Transición, ya desarrollaré en su momento la teoría). No hubo dolor.
En estos días he vuelto a sentir un tirón del dedo gordo de mi pie y he descubierto esos juegos de lo aleatorio que tanto me gustan, que le quitan el polvo a las conexiones y las dejan brillantes y bonitas. Y he observado sus señales de vida que nada tienen que ver conmigo, pero que me emocionan. En fin. Será Noruega, será el frío, serán los vencejos, o Marte. Cada boomerang que se me va de las manos, vuelve, de aquella manera, pero vuelve.
me encanta encontrarte otra vez, pi! ando menos conectada que antes, puedes verlo. pero da gusto verte renovada!
ResponderEliminary chica... quién no ha sido un poco terapeuta alguna vez?
los hilos, los boomerang, de algún modo, siguen compensando.
un abrazo