Haciendo cálculos ya habian pasado cerca de dos años y empezaba a necesitar, ya no sólo echar de menos, los lilium en la mesa de iroco. Y el orden en la vida, las ganas, las carreteras, los paisajes. Y Madrid. Madrid era volver a casa. Los vencejos de Ávila no suenan igual. Aquí hace frío y ellos lo saben. Echaba de menos los balcones de la calle Olmo, las ventanas de Felipe III, las de La Bolsa 10. Echaba de menos los cafecitos en San Miguel y los meones del Aventura. Y caminar sin que se acabe la calle.
Dos años hace que se fue y no sabía dónde se había metido que ya no recordaba el horario de las series. Se preguntaba qué había pasado, en dónde se había metido tantos días. Y dónde se había metido aquella época de transición, cuando ocupaba las noches, y salía al patio y construía pérgolas que salían volando. Se había perdido en el camino. Pero estaba volviendo. Qué cosa cómo se me va la o.
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