sábado, 10 de julio de 2010

La noche que desmontó los templos,

las libélulas de su camisa de tirantes tomaron un carácter más que levemente obsceno. No sonaba nada más que el pájaro nocturno de este último verano, scorpio despuntaba detrás del edificio y por el cielo sobre el patio pasaron cuatro satélites que ella podría fácilmente nombrar. O tal vez era Soichi, voyeur, haciendo fotos del evento.
Duró poco: las trayectorias visibles, la obscenidad de las libélulas y la ceremonia que destronó, sólo momentáneamente, al dios de sus templos. El verano es así.

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