sábado, 5 de junio de 2010

¿Se dirá playing the random thing?

Mientras quito el polvo de la estantería, descubro una página marcada de un libro que nunca terminé. Con la ilusión de encontrarme un apunte que me sorprenda en el papelito-recibodelmercadona-marcapágina y no, leo sin embargo en la página par:

"Oh, Miss Hija de Puta, hasta tú estás cubierta de garabatos y canciones de radio.

- Te quiero -dije.

Él me abrazó fuerte y me besó y su cuerpo dijo: Sí, adelante.

Él todavía estaba con la actriz de pelo negro y con su hombro parlante. A mí no me preocupaba. Si el mundo entero iba a abrir la boca y echarse a reir, estaba claro que había sitio para ella. Ella podía estar en el mundo y yo podía estar en la risotada que venía rodando y se alejaba rebotando. Había sitio." (Verónica, de Mary Gaitskill)

Recoloqué el libro en la estantería y miré el de la izquierda.

El hombre que inventó Manhattan, de Ray Loriga, objeto del deseo cuando paseaba a mi Braulio cachorro por la Plaza de Oriente y lo veía con Cristina Rosenvinge y su cochecito de bebé. Decía la dedicatoria: "¿Nos vamos a New York-New York? por los viajes reales y de ficción. Pontevedra, acabando el 2005".

Y por fin, Cuando ya no importe, tercero a la izquiera, orden consecutivo de mi estantería polvorienta y polinizada. Gran Onetti, página 178 modo aleatorio:

"-¿Siempre escribiendo tonterías? Si te diera por un trabajo serio. Alguien anda diciendo que sos el primer historiador del villorrio.

Ahora la sonrisa, pequeña carcajada, sus dientes, el atisbo de lengua. Y como un reflejo, mi estupidez. Cuando uno está deseando demasiado es fácil creer que el otro acompaña".

En fin.

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