martes, 18 de mayo de 2010

y eso

Haciendo cálculos habían pasado ya cerca de dos años desde que se había ido. Así como si nada se puso a pensar en el paso del tiempo y pfff, era demasiado. Las estaciones es lo que tienen. Que uno se levanta un día de primavera y ha llovido y no hace frío y sin embargo una siente en el estómago y en la boca la náusea de los dos embarazos en otoño. Es fácil hacer viajes en el tiempo con el estómago. Yo nunca me he subido en una montaña rusa sigo con las ganas del parapente, pero supongo que el hueco en el estómago de un salto al vacío no es tan asqueroso como el de "sentirse habitada". Náusea. La Nausea de Sartre (¿era de sartre?) es uno de mis libros favoritos que si lo leyera ahora no sería tan favorito. El HOmbre de Marte escribe sobre el tiempo y todavía no he leído su post y tal vez estemos tirando del famoso hilo, Barcelona- Ávila, del dedo gordo del pie. Tal vez. El tiempo. El del reloj.
Haciendo cálculos ya habian pasado cerca de dos años y empezaba a necesitar, ya no sólo echar de menos, los lilium en la mesa de iroco. Y el orden en la vida, las ganas, las carreteras, los paisajes. Y Madrid. Madrid era volver a casa. Los vencejos de Ávila no suenan igual. Aquí hace frío y ellos lo saben. Echaba de menos los balcones de la calle Olmo, las ventanas de Felipe III, las de La Bolsa 10. Echaba de menos los cafecitos en San Miguel y los meones del Aventura. Y caminar sin que se acabe la calle.
Dos años hace que se fue y no sabía dónde se había metido que ya no recordaba el horario de las series. Se preguntaba qué había pasado, en dónde se había metido tantos días. Y dónde se había metido aquella época de transición, cuando ocupaba las noches, y salía al patio y construía pérgolas que salían volando. Se había perdido en el camino. Pero estaba volviendo. Qué cosa cómo se me va la o.

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