domingo, 2 de mayo de 2010

Efecto boomerang

Canta Fever Ray algo así como que cuando sea grande le gustaría lanzar un boomerang y quedarse como una pendeja esperando a que vuelva a ella. Eso me pasa a mí.

El verano pasado recibí un par de cartas, escritas con boli, con sello y coordenadas que no IPs, con pegatina incluso, sacada de Google Earth, por si el cartero se despistaba o el despistado era el remitente que no había pillado bien la dirección. Eran cartas con olor a papel y a casa lejana. Una de ellas traía una hoja de cuaderno amarillenta y tres imanes de nevera que decían:

1. poesía
2. de
3. frigorífico

Ahí sigue la poesía que no inspiré. Con el autor conversábamos durante horas y nos imaginábamos un hilo que nos unía por el dedo gordo del pie y planos de niditos de amor para disfrutar en invierno, en Gredos, y micromundos, y golondrinas o vencejos que salían en fotos rollito LOMO. Hablábamos de Midori, el verde y Murakami, pero se enamoró de otra, como suele ocurrir, y desapareció (llámame Pi, la Reina de la Transición, ya desarrollaré en su momento la teoría). No hubo dolor.

En estos días he vuelto a sentir un tirón del dedo gordo de mi pie y he descubierto esos juegos de lo aleatorio que tanto me gustan, que le quitan el polvo a las conexiones y las dejan brillantes y bonitas. Y he observado sus señales de vida que nada tienen que ver conmigo, pero que me emocionan. En fin. Será Noruega, será el frío, serán los vencejos, o Marte. Cada boomerang que se me va de las manos, vuelve, de aquella manera, pero vuelve.




1 comentario:

  1. me encanta encontrarte otra vez, pi! ando menos conectada que antes, puedes verlo. pero da gusto verte renovada!

    y chica... quién no ha sido un poco terapeuta alguna vez?

    los hilos, los boomerang, de algún modo, siguen compensando.

    un abrazo

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